Tus ojos, mi cielo,
fueron escenario
de lluvia tropical
y mis labios al advertirlo,
se conviertieron
en desierto infernal.
La noche cayó de pronto
y mi eternidad murió,
tu mirada de angelito desterrado
me desconcertó.
Y tal vez por pecadora
todo esto esta terminando mal
tal vez por eso, mi santito,
te has aburrido de pecar,
¡Volvamos entonces con el Padre celestial!
¡y como niños salgamos a jugar!
Enséñame,
cariño mio,
el camino de la santidad.
Prometo como Penélope
aprender a esperar
y si debo destejer cien veces
entonces mil veces mis manos lo harán
si con eso me prometes
que a mis brazos regresarás
porque si antes era chocolate
hoy soy pastora
que le canta a las ovejas
que el amor renacerá.
Yo sé que volverás,
y sé que volveré
porque aunque no te des cuenta
la poesía es el lenguaje del amor
si tu me escribes,
yo te responderé, corazón,
con la más bella metáfora
y la más graciosa personificación
te haré entender por sinécdoque
que esto es obra de Dios
que el amor no se apaga
y si quieres más magia
en hechicera me convertiré
te llenaré de destellos
esos que salen de mi pecho
fulgoroso de pasión por tí
porque nunca me había sentido así
nunca había amado como lo amo a usted
mi hermoso y gentil caballero
que en las primaveras sufres de estornudos molestos
que para mí son milagritos pequeños
pues nunca me había encantado la ira
que por muy hiriente cual espada me atravesaran
de ti, la sangre no duele y no se derrama
pues el amor que te profeso
es mucho más grande que eso
créeme, cielito, que el amor no se esfuma
seré tu armadura
que te proteja del tormental
seré tu peluche
que el las noches te acompañará
seré nido del milagro que te sucederá
seré la madre del príncipe
que felizmente te llame "papá"
porque es usted el rey al que yo quiero coronar
como el más maravilloso angel
que no sé cómo me logró enamorar.
¡Es hora ya, pues!
de enamorarlo yo a usted
sacaré mis alas y mi pincel
y le entregaré en un retrato lo que siempre debió tener
para que recuerde que somos uno
que cada vez que esté en apuros
en caballo con alas llegaré a socorrerle
pues es usted el idiota más orfebre
que mi alma ha pulido
pues gracias a usted, pastorcito,
soy yo una nueva mujer.
¡Tranquilo mi niño!
¡todo esto quedará en el ayer!
pues no es la primera vez que se confunden los caminos
ya encontraremos el sendero
que de la mano nos lleve de nuevo
al seno de Dios Padre
en nuestra casa
llamada Eden.