lunes, 10 de septiembre de 2012

Estabas ahí

En el metro... Yo iba de espalda a la puerta de entrada al tren, no sé por qué quise irme de esa manera ese día, quizás estaba muy lleno el metro y no me quedó más opción.
No recuerdo en qué estación pasó, no iba pendiente, iba leyendo - qué ironía - subió y bajó un montón de gente y entonces lo sentí, un escalofrío, como un recuerdo que toca de roce mi piel y eriza todos mi cabellos: Eras tú. Entré en pánico, eras tú el que estaba de espaldas conmigo. Miré el libro, intenté pensar que estaba loca, que podría ser cualquier persona... pero no, cerré el libro tan de golpe que un Señor me quedó mirando: supo que estaba asustada. Respiré muy hondo, me armé de valor y me di la vuelta, solo un tantito - para que no me vieras - y te vi - tenías el cabello más corto, y con lo que me gustaban tus rulos - ... me volteé tan rápido - más rápido de lo que cerré el libro - que ahora una Señora se quedó mirándome. Tu no me viste - tampoco me sentiste -, simplemente estabas ahí. Te miré por el reflejo de la ventana de la otra puerta por largo rato, no sé cuánto - me pareció una eternidad - y no supe qué hacer. No podía moverme - independientemente de que el metro estaba lleno -.
Freno el tren, se bajó y subió un montón de gente y volví a sentir aquel escalofrío: te habías bajado. Tampoco sé en qué estación pasó. Me volteé otra vez: sí, eras tú. Se cerraron las puertas, me dí la vuelta completa, me aferré muy fuerte del fierro y el tren partió a casa. Solo podía pensar en una cosa: "Estabas ahí".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares