¿No es gracioso como los padres pueden convertirse en bebés tan rápido? Basta con que vean a cierto individuo sentado en el sillón de su casa para que de pronto todo su mundo retroceda alrededor de cuarenta años. Padres y madres, son ustedes los protagonistas de mi inspiración. Ustedes con sus berrinches pseudo-maduros, y sus arranques de sabiduría no empática para con nosotros, los que me han casi forzado a analizar este tema. En el día de hoy, quiero referirme a la relación que existe entre ustedes y sus hijas, y a la reacción que tienen cuando saben que ellas, han iniciado una relación.
Es sabido que en un momento de la adolescencia, nosotras las niñas, pasamos la mayoría de nuestro tiempo pensando en el sexo opuesto, y este hecho los preocupa en demasía a ustedes, puesto que por sus mentes surgen ideas como “No hay hombre suficientemente bueno para mi hija” y “El pololeo solo trae problemas”, todo esto a causa de que una relación amorosa entre adolescentes es sinónimo de distracciones. Sabemos que su miedo radica en que salgamos heridas y bajemos nuestras calificaciones, pero la verdad es que padres, deben dejarnos volar. Esta es la edad en donde nuestro deber es cometer estupideces y equivocarnos y solo les pedimos una cosa: apoyo. No necesitamos sus clásicos “te lo dije” o sus miradas de “yo sabía”, solo queremos que sus abrazos cobijen nuestro llanto y nuestras alegrías.
Una vez iniciada la situación de la discordia, es prácticamente imposible que podamos detenernos, por lo cual, padres, no obtendrán nada con sus retos y sus reclamos con respecto a nuestras relaciones, pues por más que griten y amenacen con castigos, nuestros oídos solo decodifican un mensaje: su grito de terror. Tienen miedo y deben aceptarlo, lágrimas se apresuran a salir de sus ojos cada vez que nos miran y se dan cuenta de que ya no tenemos diez años. Tienen pánico de solo imaginar que en algún momento podamos alejarnos para siempre ustedes. Pero hoy, es tiempo de que se detengan de pensar tantas cosas que aún no están ni cerca de suceder, pues en representación de mi generación, quiero decirles que están exagerando. Si bien es cierto que ya no pasamos tanto tiempo en casa, y que lloramos o nos enojamos más de lo acostumbrado, hay algo que no ha cambiado, el pilar que soporta nuestras quejas, siguen siendo ustedes, y esa es nuestra forma de demostrarles que, no nos iremos de su lado.
¿Abandonar el nido? No se ofendan, pero es una idea ridícula. Cuando éramos pequeñas ¿Quiénes eran los que nos arropaban a la hora de dormir, apagaban las luces y nos hacían sentir inmortales? Ustedes… Y Las niñas pequeñas dependemos de detalles como esos. Se preocuparon de que nos cepilláramos los dientes y hasta hoy, deben llevarnos a todas partes. Siempre han estado ahí cuando hemos volteado.
Es verdad, ya no somos las mismas de antes, hemos cambiado nuestra apariencia, nuestro cabello, la ropa, las opiniones, nuestro estilo en general, pero siempre hemos vuelto a casa y es que cuando nuestro mundo parece caerse a pedazos, cuando todo está oscuro y no podemos ver nada, nuestros ojos solo buscan la mirada de nuestros padres. Cuando estamos perdidas y sentimos que todo está por terminar, los miramos a ustedes.
Finalmente, solo tengo un mensaje para ustedes, padres: No importa cuántos años pasen, ni cuántos hombres puedan ver a nuestro lado a lo largo del tiempo, hay algo que nunca va a cambiar: Siempre seremos sus niñitas.
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lunes, 24 de mayo de 2010
martes, 4 de mayo de 2010
¡Despierta mundo!
Desde ya hace un par de décadas se ha notado con cada vez más fuerza el hecho de que el “efecto globalización” ha provocado cambios en la sociedad, generando una mutación entre las conductas de dos grupos específicos: la familia y los jóvenes. Ambos, han presentado un vuelco de ciento ochenta grados en relación a su comportamiento tradicionalista propio de la sociedad chilena en el siglo XIX. Conductas tales como preservación de la familia biparental conservadora, se han extinguido y el deseo revolucionario por un estado ideal también ha abandonado el inquietar de muchos y se ha perdido junto con todo, el sentido de identidad chilena, y más aún, de humanidad.
De esta manera, procedo a definir identidad como el conjunto de características y conductas que conforman a una persona y que la hacen perteneciente a un grupo, y que están cimentadas, a mi parecer, en cuatro pilares fundamentales que son: observación, reflexión, discernimiento y significación. Si no se han afirmado bien esos pilares jamás se podrá responder la pregunta “¿Quién soy?”, por lo que, analizando los datos anteriores, lo que a esta sociedad se le tambalea son los pilares de reflexión y significación pues no están dándose cuenta de lo que vale la pena experimentar en esta vida.
Hemos nacido de dos personas, y se han necesitado muchas más para poder ayudarnos a nacer; esto, de por sí, es un grito a la humanidad para que entienda que no puede sobrevivir sola. Con todo lo anterior, comienzo a explayar mi postura frente a la tesis planteada - “Los chilenos se vuelven cada vez más individualistas”- en el fragmento del artículo “Vertiginosos Cambios”, de la revista Mensaje, con una mirada más globalizadora pero no distinta de la que ofrece la revista en el punto “¿Qué podemos hacer?”.
Mi posición frente al desarraigo de su especie que vive el ser humano -este proceso de ser cada vez mas individuo y menos sociedad- es crítica, de tal manera que lo que intento decir es que la forma en cómo se debe frenar este fenómeno, es tomando un respiro, para poder dar una mirada más allá de lo puntual. Lo que a mi consideración se presenta como problemática principal, es que las personas se han puesto unas anteojeras, igual que los caballos, lo que no les permite mirar completamente el paisaje (el problema, sea cual sea les acontezca), por lo que no logran comprender que todo es trascendente y todo tendrá consecuencia.
La sociedad de hoy está viviendo sin sentido, ya que vive simplemente porque despertó en la mañana y es eso lo que debemos mejorar: este mundo no tiene sentido por ser mundo, tiene sentido porque hay vida en el y su único deber durante toda su trayectoria ha sido simplemente uno: “Amarse los unos a los otros”. Yo sinceramente creo que esta sociedad se ha vuelto individualista porque tiene miedo a querer, y porque no quiere aceptar que no ha habido nadie capaz de demostrar que tal premisa podría estar errada, y es que es imposible, pues está fundamentada en el infinito: en la razón y el corazón.
Así concluyo a favor de la tesis emitida por la revista Mensaje diciendo que este mundo necesita una buena abofeteada, a ver si reacciona de su histeria consumista y ermitaña, y de una vez por todas se sienta escuchar a través del Sol, la Luna y las hojas de los árboles, cómo Dios grita que nos ama y se pregunta por qué rayos no podemos escucharlo. Y es que como cristiana solo concibo una verdad como absoluta: “Dios nos ama y jamás nos ha roto una promesa”, por lo cual no podemos decepcionar a nuestro padre al no tomar el consejo más hermoso que alguien le ha dado a la humanidad “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” y es que esta sugerencia, es la fiel explicación de que somos fruto del amor y estamos llamados a multiplicarlo, y no hay otra forma de hacerlo sino en sociedad.
De esta manera, procedo a definir identidad como el conjunto de características y conductas que conforman a una persona y que la hacen perteneciente a un grupo, y que están cimentadas, a mi parecer, en cuatro pilares fundamentales que son: observación, reflexión, discernimiento y significación. Si no se han afirmado bien esos pilares jamás se podrá responder la pregunta “¿Quién soy?”, por lo que, analizando los datos anteriores, lo que a esta sociedad se le tambalea son los pilares de reflexión y significación pues no están dándose cuenta de lo que vale la pena experimentar en esta vida.
Hemos nacido de dos personas, y se han necesitado muchas más para poder ayudarnos a nacer; esto, de por sí, es un grito a la humanidad para que entienda que no puede sobrevivir sola. Con todo lo anterior, comienzo a explayar mi postura frente a la tesis planteada - “Los chilenos se vuelven cada vez más individualistas”- en el fragmento del artículo “Vertiginosos Cambios”, de la revista Mensaje, con una mirada más globalizadora pero no distinta de la que ofrece la revista en el punto “¿Qué podemos hacer?”.
Mi posición frente al desarraigo de su especie que vive el ser humano -este proceso de ser cada vez mas individuo y menos sociedad- es crítica, de tal manera que lo que intento decir es que la forma en cómo se debe frenar este fenómeno, es tomando un respiro, para poder dar una mirada más allá de lo puntual. Lo que a mi consideración se presenta como problemática principal, es que las personas se han puesto unas anteojeras, igual que los caballos, lo que no les permite mirar completamente el paisaje (el problema, sea cual sea les acontezca), por lo que no logran comprender que todo es trascendente y todo tendrá consecuencia.
La sociedad de hoy está viviendo sin sentido, ya que vive simplemente porque despertó en la mañana y es eso lo que debemos mejorar: este mundo no tiene sentido por ser mundo, tiene sentido porque hay vida en el y su único deber durante toda su trayectoria ha sido simplemente uno: “Amarse los unos a los otros”. Yo sinceramente creo que esta sociedad se ha vuelto individualista porque tiene miedo a querer, y porque no quiere aceptar que no ha habido nadie capaz de demostrar que tal premisa podría estar errada, y es que es imposible, pues está fundamentada en el infinito: en la razón y el corazón.
Así concluyo a favor de la tesis emitida por la revista Mensaje diciendo que este mundo necesita una buena abofeteada, a ver si reacciona de su histeria consumista y ermitaña, y de una vez por todas se sienta escuchar a través del Sol, la Luna y las hojas de los árboles, cómo Dios grita que nos ama y se pregunta por qué rayos no podemos escucharlo. Y es que como cristiana solo concibo una verdad como absoluta: “Dios nos ama y jamás nos ha roto una promesa”, por lo cual no podemos decepcionar a nuestro padre al no tomar el consejo más hermoso que alguien le ha dado a la humanidad “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” y es que esta sugerencia, es la fiel explicación de que somos fruto del amor y estamos llamados a multiplicarlo, y no hay otra forma de hacerlo sino en sociedad.
sábado, 1 de mayo de 2010
Quiero jugar a ser Dios
Llamenme hereje si quieren, pero ¿no se creen Dioses también todos aquellos que juegan a cambiar y crear las imagenes y la forma de verse de una criatura? Desde el amigo que photoshopea una foto, eliminando ciertos detalles o lineas que molestan, gritandole al cielo que cometió un error, hasta el cirujano plástico que brutalmente inserta sus dedos por entre medio de la piel y la carne de un ser para incrustrar dentro una abominación de plástico que luego se pudre y se desmembra por dentro, todos ellos, juegan a ser divinidades... y yo también quiero. Qué Dios padre, Jesús y el espíritu me den un poco de tiempo para empatizar conmigo, a todos nos gusta ser dueños de la belleza y yo quiero averiguar que se siente ser creadora de tanta hermosura, de un cuerpo humano o una imagen burda, toda imagen y el sonido, el sentido lo quiero crear yo, quiero que diga "Millaray" en la etiqueta, asi como en nuestra alma dice "Dios". Quiero jugar a ser Diosa, a ver que pequeña niña, o niño sale, a ver que ave más hermosa resulta, con alas violetas y turquezas, ¡A ver que sale de mi mente! Denme el mismo barro que usó El Padre... pero el soplo de vida lo quiero dar yo, porque hoy, tengo ganas de jugar a ser Dios
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