"No existen más que dos reglas para escribir:
Tener algo que decir y... decirlo"
Tener algo que decir y... decirlo"
Hoy mientras hacía una prueba de desarrollo -¡toda de desarrollo!- del libro "El Socio", del famoso autor chileno Jenaro Prieto; vino a mi mente la pregunta de por qué no podía tener mi notebook conmigo en ese minuto. ¡Todas las respuestas debían ser contestadas en forma narrativa! ¡Y el espacio era diminuto! ¡Tenía mucho para decir! Y mi letra no ayudaba, y el tiempo siempre me ha caido mal. La mejor forma para presentar una prueba decente era escribir primero mi respuesta con lápiz mina - lápiz de madera con mina- y luego transcribirla en lápiz pasta, pero eso me quitaba demasiado tiempo y tuve que arriesgarme a poner todo de una vez y lápiz pasta al primer intento... ¡Un desastre! Fue entonces cuando extrañé mi computador ¡Qué lindo hubiera sido! Poder redactarle todo como corresponde: entendible, hilado y ordenado -no como la porquería que entregué totalmente derrotada (no espero más de un 60)- pero no.
Hacen ya 5000 años que el hombre inventó la escritura en el año 3000 a.C ¡Qué maravilla! ¡Por fin tenía ahora una forma de ser inmortal! La escritura - este conjunto de signos y símbolos creados y utilizados convencionalmente por una comunidad para elaborar mensajes-, la proporcionó al hombre una instancia para poder ordenarse. No importaba si solo fueran dibujos o garabatos, pues no es a eso lo que debemos enfocarnos, significó que ahora podría transmitir a través de los tiempos, comunicarse aún cuando estuviese muerto, porque escribir significa vivir eternamente.
Bajo este concepto, la escritura fue tomando cada vez formas más finas, más elaboradas, hasta transformarse tambien en distintas lenguas, pero más importante que todo, se transformó en un arte. No obstante, para algunos estudiosos -como yo-, el proceso tan maravilloso de este perfecto invento fue atascado por ahí por la segunda mitad del siglo XV, gracias a un caballero llamado Johannes Gutenberg, inventor de lo que conocemos como "imprenta" y que trajo consigo un nuevo material para escribir: el teclado. Así, se perdió la ligación de trazos, esas lineas que representan tantas características de nuestra personalidad se esfumaron y fueron reemplazados por letras uniformes, ordenadas y de un estilo formal y que, en cierto sentido, le dieron una nueva libertad al arte de escribir, asunto que explicaré más adelante.
Así, como la masificación de la sociedad de consumo fue poseyendo todo ámbito de la vida cotidiana, el teclado superó al lápiz, y por tanto hoy tenemos algunos abogaditos de este último, que lo defienden y lo quieren volver a poner en el lugar que estaba, como los abuelitos -y jóvenes chapados a la antigua- que dicen que, por ejemplo, las cartas deberían seguir escribiéndose a mano, pero ¿por qué? Respuesta a esto nos encontramos con que escribir con el puño significa una cierta entrega extra por parte del remitente hacia su destinatario, pues mediante cada trazo va dejando parte de sí en cada letra, con lo cual escribir a mano tendría más valor sentimental que escribir en un teclado... y si lo pensamos así, es cierto, pero ¿qué pasa cuando debo esforzarme para que mi letra se vea linda? ¡Qué linda! ¡Qué se entienda por lo menos! "¡He ahí el punto!", me dirían algunos, pero ¿Es acaso el esfuerzo el punto? ¿Por qué? ¿No es acaso más importante el qué digo?
Yo prefiero escribir a máquina. Sí, porque cuando escribo en teclado, se le permite a mi mente que juegue con las palabras, que salte, que corra, que vuele sin detenerse un segundo a pensar si la letra se entiende o si está ordenado -justificado- el texto. Tampoco es problema, cuando escribo a máquina, que mis pensamientos se atropellen, pues solo debo "copiar, pegar" para cambiar los párrafos de orden, ahorrándome la eterna transcripción de un borrador a otro y a otro y a otro. Cuando me dedico a escribir a mano, mi letra sale realmente agradable a la vista, pero al momento de estar en proceso de redactar, yo elijo el teclado, pues en esos momentos no se me da una letra legible y mis trazos parecen más códigos sismográficos o resultados de un electrocardiográma que letras de la Lengua Castellana, por lo que todo termina siendo un desastre -¡Desastre!-. Si mi mente tiene una idea que quiere explayar, mis manos no ayudan, y si trato de redactar y de hacer una linda letra, la idea simplemente se va, la inspiración muere e incluso la billantez de mis palabras se opacan.
Todos escribimos a máquina ¿o no, adolescentes? Si no, no estarían leyendo esto... es más rápido, mejor -según yo-, es más cómodo, es más perfecto. En fin, esa es mi postura, pero tú ¿escribes a mano o a máquina?
Bajo este concepto, la escritura fue tomando cada vez formas más finas, más elaboradas, hasta transformarse tambien en distintas lenguas, pero más importante que todo, se transformó en un arte. No obstante, para algunos estudiosos -como yo-, el proceso tan maravilloso de este perfecto invento fue atascado por ahí por la segunda mitad del siglo XV, gracias a un caballero llamado Johannes Gutenberg, inventor de lo que conocemos como "imprenta" y que trajo consigo un nuevo material para escribir: el teclado. Así, se perdió la ligación de trazos, esas lineas que representan tantas características de nuestra personalidad se esfumaron y fueron reemplazados por letras uniformes, ordenadas y de un estilo formal y que, en cierto sentido, le dieron una nueva libertad al arte de escribir, asunto que explicaré más adelante.
Así, como la masificación de la sociedad de consumo fue poseyendo todo ámbito de la vida cotidiana, el teclado superó al lápiz, y por tanto hoy tenemos algunos abogaditos de este último, que lo defienden y lo quieren volver a poner en el lugar que estaba, como los abuelitos -y jóvenes chapados a la antigua- que dicen que, por ejemplo, las cartas deberían seguir escribiéndose a mano, pero ¿por qué? Respuesta a esto nos encontramos con que escribir con el puño significa una cierta entrega extra por parte del remitente hacia su destinatario, pues mediante cada trazo va dejando parte de sí en cada letra, con lo cual escribir a mano tendría más valor sentimental que escribir en un teclado... y si lo pensamos así, es cierto, pero ¿qué pasa cuando debo esforzarme para que mi letra se vea linda? ¡Qué linda! ¡Qué se entienda por lo menos! "¡He ahí el punto!", me dirían algunos, pero ¿Es acaso el esfuerzo el punto? ¿Por qué? ¿No es acaso más importante el qué digo?
Yo prefiero escribir a máquina. Sí, porque cuando escribo en teclado, se le permite a mi mente que juegue con las palabras, que salte, que corra, que vuele sin detenerse un segundo a pensar si la letra se entiende o si está ordenado -justificado- el texto. Tampoco es problema, cuando escribo a máquina, que mis pensamientos se atropellen, pues solo debo "copiar, pegar" para cambiar los párrafos de orden, ahorrándome la eterna transcripción de un borrador a otro y a otro y a otro. Cuando me dedico a escribir a mano, mi letra sale realmente agradable a la vista, pero al momento de estar en proceso de redactar, yo elijo el teclado, pues en esos momentos no se me da una letra legible y mis trazos parecen más códigos sismográficos o resultados de un electrocardiográma que letras de la Lengua Castellana, por lo que todo termina siendo un desastre -¡Desastre!-. Si mi mente tiene una idea que quiere explayar, mis manos no ayudan, y si trato de redactar y de hacer una linda letra, la idea simplemente se va, la inspiración muere e incluso la billantez de mis palabras se opacan.
Todos escribimos a máquina ¿o no, adolescentes? Si no, no estarían leyendo esto... es más rápido, mejor -según yo-, es más cómodo, es más perfecto. En fin, esa es mi postura, pero tú ¿escribes a mano o a máquina?
yo tb escribo a maquina amiga, eres bcn :O
ResponderEliminarA máquina, pero por una cosa de costumbre y porque odio mi letra manuscrita cuando se trata de belleza xD
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